Cuando era niño, tenía la absurda creencia de que, a medida que me hacía mayor, mis padres rejuvenecían de algún modo.
Que un día cambiaríamos de lugar, yo me convertiría en la cuidadora y ellos en los niños, repitiendo el ciclo en un bucle infinito. Entonces la universidad me golpeó con la realidad de la muerte, y todo mi marco para entender la vida se derrumbó.
¿Cómo se procesa algo así?
No temo a la muerte. No espero evitarla. Ni siquiera intento prolongarla. Pero lo que no puedo comprender es mi incapacidad para entenderla. Seas religioso o no, existen las mismas dos posibilidades:
Dejas de existir. Sin pensamientos, sin conciencia, sólo un vacío eterno.
Existes para siempre. De una forma u otra, infinitamente consciente, sin escapatoria.
Ninguna de las dos cosas es comprensible. ¿Cómo se DEJA de pensar? ¿Cómo cesar? A la inversa, ¿cómo se puede existir eternamente? Si la vida después de la muerte existe, imagínate estar en el cielo durante un trillón de años y darte cuenta de que acabas de empezar.
Nietzsche enmarcó en su día este dilema en su concepto de eterna recurrencia:
"¿Y si un demonio te persiguiera en tu más solitaria soledad y te dijera: 'Esta vida, tal como ahora la vives y la has vivido, tendrás que vivirla una vez más e innumerables veces más'... ¿No te arrojarías al suelo y rechinarías los dientes y maldecirías al demonio? O le responderías: 'Eres un dios y nunca he oído nada más divino'".
La idea es sencilla: Si tuvieras que vivir exactamente esta vida, repetida, para siempre, ¿te encantaría o te horrorizaría?
Superar la necesidad de un propósito
Un hombre nunca es verdaderamente libre hasta que libera su necesidad de un propósito.
Lo veo en los comentarios aquí todo el tiempo:
"¿Qué hacemos con todo este conocimiento?"
"¿Cuál es el objetivo final?"
"¿Cómo aplicamos esta forma de entender la vida?"
Es el mismo patrón en todo:
Aprendes el juego y preguntas: "¿Cuál es el objetivo final aquí?".
Empiezas a hacer ejercicio y te preguntas: "¿Cuál es mi objetivo a largo plazo?".
Empiezas a salir con una chica y te preguntas: "¿Adónde va esto?".
Ves una película y preguntas: "¿Cómo acaba?".
Sigues un programa de televisión y te preguntas: "¿Qué pasa después?".
Exteriorizamos el propósito de todo lo que hacemos, creyendo que debe haber algún destino final, alguna respuesta definitiva al final del camino. Pero no la hay.
No hay ninguna verdad universal esperándote. Ningún jefe final secreto al que derrotar. Ninguna gran revelación que haga que todo encaje.
Haces ejercicio, pero cuando envejeces, tus músculos se marchitan.
Dominas el juego, pero al final, te conformas o te desvaneces.
Construyes un imperio, pero un día, el imperio muere contigo.
No es algo que temer, sino algo que abrazar. Un hombre poseído por su miedo a la muerte ya está muerto.
"La muerte no es nada, pero vivir derrotado e inglorioso es morir a diario". Napoleón
Superar el miedo a la muerte
Entonces, ¿qué hacer? ¿Cómo escapar de la prisión escatológica de saber que todo es temporal?
Haces exactamente lo que los guerreros han hecho durante milenios: mirar a la muerte a la cara y seguir adelante. Aceptas tu mortalidad no como una debilidad, sino como tu máxima libertad. Dejas de temer al vacío y empiezas a utilizarlo como combustible.
La muerte no es tu enemigo. Es tu plazo.
Tienes una oportunidad. Sin repeticiones. No hay segundos intentos. El tiempo corre, y el timbre final se acerca.
Así que la pregunta no es "¿Cómo evito la muerte?".
Es: "¿Cómo me aseguro de haber vivido antes de que llegue?".
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